MAXIMO JIMENEZ: EL CANTOR DEL PUEBLO




Un artista colombiano que emigró huyéndole a la persecución y a la muerte, hace esfuerzos por triunfar lejos de su patria, en la distante Suecia, muy cerca del polo norte y distante de su caliente tierra natal: COLOMBIA.

Por German Silva.

Máximo Jiménez con su acordeón y su carisma campesino y popular, parece estar conquistando, poco a poco, el cariño del público europeo. Salió tímidamente en el verano a “ensayar” sus ritmos, en una gira relámpago por algunos países del viejo continente y ha logrado ya, que una famosa casa disquera de Inglaterra le prense su primer CD.

Pero, Máximo, en realidad, como la mayoría de nuestros artistas que han nacido o se han metido al barro en Colombia, es poco conocido por estos lares. Por ello en homenaje a su talento, quisimos recordar tiempos no muy lejanos, de allá, de la vereda, el barrio, y las trochas polvorientas de Montería, por donde pasan los grandes hombres.

Máximo Jiménez creció en una familia campesina, saboreando desde temprana edad, los duros trabajos del agro para sustentar a la familia. Pero allí también la música era una parte central de la vida, pues había una legendaria descendencia de acordeoneros. El abuelo le enseñó al papá y luego Máximo aprendió de él. Cosa que no es rara en las provincias costeras de Colombia. La Música del Valle de Upar, hunde sus raíces en generaciones sucesivas, que se contaban, desde sus creencias religiosas, sus penas y alegrías y que, luego, componían en coplas y paseos para criticar, burlarse y satirizar a sus paisanos, incluyendo a falsos politiqueros y presidentes.

Pero el ingenio de Máximo, “El Indio Sinuano”, no se quedó en la música. Fue también ordeñador en los corrales, jinete de potros bravíos en la finca, artesano y carpintero.

CAMINANTE INCANSABLE

Quizá Máximo cometió el único gran error que muchos hemos cometido. Desde niño fue un incansable caminante. Ello lo llevó a conocer el sufrimiento de las comarcas abandonadas, de los niños de la calle, de las mujeres maltratadas, de los negros discriminados, de las necesidades acumuladas, de la cruel violencia desatada.
Y Máximo empezó no sólo a cantarle a la sed de libertad y de futuro de los pobladores, sino que se empeñó siempre en ayudar a resolver los problemas de la gente y apoyar las causas nobles contra la injusticia. Y entonces “se fueron algunos malos amigos y llegaron algunos buenos enemigos”. Sus canciones que levantaban el grito de la multitud pueblerina, y sus caminatas que atravesaban, veredas, ríos, barrizales, montañas y caseríos, allá en la martirizada provincia de Urabá, fueron tildadas de subversivas.
Y la violencia de los poderosos, con su andar macabro, empezó a rondar la tierra labrada y sudada en muchos años. “La tierra del olvido”, acusada de guerrillera, fue luego ocupada para sembrar el terror y la muerte por los enemigos de la vida , del futuro y de los sueños de los desposeídos.

Con el acordeón al exilio

En ese avatar endemoniado, murió su padre y le asesinaron un hermano. Con su familia apenas le quedó tiempo para echar mano de alguna ropa, de su inseparable acordeón y volar allende las fronteras en busca de refugio. Su primo, Angel Jiménez, no corrió mejor suerte. También le desaparecieron a su padre, y por ello, cuando Máximo puso sus pies en el majestuoso archipiélago de Estocolmo, nos fundimos los tres, en un largo abrazo, mojado por las lágrimas del recuerdo. Y como nos acostumbramos con Máximo a recitarle a todo, renacimos para cantarle de nuevo a la vida, a la familia, a la añoranza de la patria mancillada, al exilio y al futuro que soñamos entero para los pueblos.

Máximo ha grabado 9 álbumes de larga duración . Y ahora piensa continuar haciendo música para “mantener vivas las raíces culturales de mi pueblo”. Porque su corazón late con cada nueva inspiración : “La música no tiene fronteras, la música es infinita como las estrellas en el cielo”, nos ha dicho en una de sus despedidas.
Su nuevo mensaje musical, “El indio sinuano”, es una compilación de las eternas melodías ancestrales y de las castas mestizas que vivieron y trabajaron en el Valle del Cacique Upar.

Pero Máximo sale con paso firme y enhorabuena a los estrados europeos. Es que la música vallenata se ha esparcido no sólo por todo Colombia, sino que empieza a recorrer los cinco continentes de la mano de sus más preclaros exponentes, pero asimismo de legendarios artistas como Don Julio Iglesias y otros verdaderos monstruos de la canción. Sólo nos resta dejarnos llevar de Máximo Jiménez y su nuevo CD, que incluye además El Retorno, Malibú, La barbacoa, Por tí lucharé, Viaje a la montaña, Mi primo, y tantos otros.

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