"Todos vuelven al lugar donde nacieron/ al influjo incomparable de su sol/ todos vuelven por la ruta del recuerdo (...)"
Los primeros versos de este vals peruano le vinieron al pelo a un cordobés que el pasado mes de mayo regresó en puntillas para no alertar a la muerte medio adormilada que hace 16 años le perdió su rastro de abarcas tres puntá en las calles de cunetas fangosas de Montería.
El retorno del superviviente
Inevitablemente, regresó a Montería, Máximo Jiménez Hernández, otro superviviente de una época de masacres y paranoias ultraderechistas. Llegó buscando el sol del Sinú y su olor a mangos caídos y sancocho de bocachicos en suba.
Máximo regresó con recelo, porque asegura que la corrupción y los autores de tantas muertes, incluyendo la de su hermano y un tío, aún están sueltos. Trató de llegar de incógnito, pero sus amigos lo detectaron y lo acogieron como si apenas hubiese regresado de alguna de sus tantas giras artísticas de antaño.
"Ahora que llego, encuentro a Montería irreconocible, pero detrás de este aparente desarrollo hay ríos, charcos, arroyos y quebradas de sangre...", anota con tristeza este cordobés que recuerda a su hermano y tantos otros amigos que no gozaron, como él, de la mano protectora de la ONU y del Estado de Austria.
Un indio incendiario
Sí. Volvió Máximo Jiménez, el compositor que alegraba fiestas y encendía fuegos de sensibilidad social.
Sus canciones de protesta, que hablan de desposeídos, de concejales ladrones, de atropellos contra el pueblo y de un Estado indiferente o agresivo ante las justas protestas de los pobres, se convirtieron en estandarte del pueblo raso y trascendieron más allá de los municipios, llegando a ser de obligatoria e inevitable audiencia en las fiestas de lugares dominados en ese entonces por la guerrilla.
Su canción más conocida, "El Indio Sinuano", que habla de aborígenes despojados por terratenientes, autoridades y guaqueros, se convirtió en un himno de las clases populares y, en su momento, fue interpretado por las autoridades como una divisa musical rebelde que en el acordeón de Máximo sonaba ominosa para el Estado.
Pero no era sólo ese tema. Máximo le cantaba a la vida , a la esperanza y a la protesta ante tanto abandono y desidia oficiales.
¿Una expresión subversiva?
Su música pegajosa de aire sabanero y sus versos sencillos de protesta, paulatinamente fueron asimilados como expresiones subversivas y en poco tiempo, los organismos de seguridad del Estado, quizá azuzados por la paranoia de los ricos acosados por el secuestro y la extorsión, le dictaron a su autor, Máximo Jiménez Hernández, el veredicto inapelable de compositor de la guerrilla y posible colaborador de ésta, como preludio de su inevitable muerte o desaparición.
Corrían los años 80 y por aquel entonces un buen número de ganaderos empezaban a financiar los primeros grupos de paramilitares de la región como respuesta al asedio guerrillero. Se estaba cocinando el caldo de cultivo en el que se sazonaría la feroz persecución que sufrió Máximo Jiménez, el intérprete de un "indio sinuano" que se volvió una "amenaza" para las autoridades y los poderosos.
A partir de entonces su vida de cantautor rebelde cambió radicalmente. Sufrió cinco encarcelamientos y sobrevivió a varios atentados, todo ello a consecuencia del rótulo de guerrillero que inmerecidamente le colocaron en su frente.
Salvado por un sueño
Uno de los tantos atentados ocurrió en Santa Fe Ralito, cuando Máximo y su conjunto amenizaban un baile. Según testimonios, ya casi en la madrugada y con bastantes tragos en su cabeza, Máximo se quedó dormido con su cara recostada en la mesa. Entonces entraron unos hombres armados preguntando quién era Máximo Jiménez y a punta de pistola fueron revisando a cada uno de los presentes. Es más, según asegura un testigo, uno de ellos tomó al dormido por el pelo y medio le alzó la cara, pero no lo reconoció.
Quizá la salvación definitiva estuvo en boca de un borracho despistado que dijo con certeza que Máximo se había ido de la fiesta y señaló un rumbo que los pistoleros no tardaron en seguir a toda marcha en sus camionetas 4x4.
A partir de ese momento a Máximo lo despertaron sus amigos y lo ocultaron mientras amanecía.
El acoso del Estado
"Uno de los factores determinantes para mi exilio en Austria, fue un allanamiento que me hicieran agentes del Estado en mi casa, donde me encontraron armamentos de diferentes calibres, como fueron: acordeones, cajas, guacharacas, timbales...", señala Máximo entre irónico y dolido.
"(...) Yo fui vinculado a la subversión por agentes del Estado, lo cual no se me pudo comprobar nunca, ni por ellos, ni por la subversión..."
El rótulo mortal y el exilio
De allí en adelante Máximo podía esperar cualquier cosa, pues como él mismo lo afirma, "para precipitar la muerte de una persona, bastaba con que se hiciera correr la especie de que podía ser guerrillero para que apareciera en cualquier momento con la boca llena de hormigas...".
Por eso, en los primeros meses de 1990, con la ayuda de las Naciones Unidas debió salir del país en calidad de exiliado para Austria, un país del cual no sabía nada. Un país de idioma alemán, una lengua que no se avenía con sus versos rítmicos en español monteriano. Un país que, sin embargo, hoy reconoce como su segunda patria, porque luego de trasponer sus barreras idiomáticas y meterse en su idiosincrasia, no sólo le ha dado su protección, sino el pleno desarrollo de su acervo musical de compositor rebelde que ha incrustado en el corazón de Europa unos vallenatos sabaneros o sinuanos, como él prefiere definirlos, merecedores de la atención de los diputados austríacos en el Parlamento Europeo, donde las famosas canciones, "El Indio Sinuano", "La Campana Descompuesta" y otros temas de sus álbumes, debieron ser traducidos al alemán antes de él cantarlos con alma de mestizo desarraigado.
Vallenatos en la tierra de Strauss
No puede ser menos que paradójico que en Viena, donde Johann Strauss compusiera sus encantadores valses, irrumpiera el "Indio Sinuano" de Máximo Jiménez llevando el mensaje cálido de la espontaneidad sinuana, lleno de evocaciones, de llanuras feraces y ofrendas de "corazón de mango del Sinú", como lo expresara el poeta Raúl Gómez Jattin.
Viena pudo entonces entender lo que va del vals "Vino, mujeres y canto" de Strauss a los "tiros, masacres y llantos" que hicieran salir a Máximo de su amada tierra de valles ardientes para refugiarse en un país de blancos picos montañosos.
Pocos, pero buenos amigos
En sus amistades con paisanos es muy selectivo. Prefiere esquivar a muchos compatriotas que en su mayoría recorren esos países regando la mala fama del narcotráfico y sólo declara que allá tiene amigos colombianos, como Harold Restrepo, un caleño que lo quiere como si fuera su papá.
El regreso
Máximo no puede ocultar un sentimiento de nostalgia anticipada al anunciar que dejará muy pronto su tierra para regresar a su segunda patria donde su clima de montaña no sólo lo conserva en buena salud sino que preserva una democracia sólida que le garantizó la vida, esa misma que en la exuberancia de Córdoba estuvo a punto de perder.
Máximo Jiménez y los tamales de El Conflicto
Detrás de la faceta de compositor y cantante de vallenatos rebeldes que ha paseado sus cantares por el reino Unido y Europa, existe el verdadero sinuano que no se le arruga a nada, porque lo ha experimentado todo en su trasegar de jornalero, ordeñador, artesano y cocinero.
Es esta última actividad lo que le ha permitido a Máximo agregar algunas ganancias a lo que percibe del Estado Austríaco.
Cada vez que Máximo recibe los cientos de euros por sus destrezas culinarias bendice a su mamá, quien le enseñó a cocinar cuando él tenía 16 años.
La sazón que ayuda
"Aprender a cocinar fue una actividad que toda mi vida le agradeceré a mi madre, quien no sólo me enseñó a sazonar un buen pastel de masa o arroz, sino que -por esa época- me hizo superar ese machismo y mojigatería que a veces tenemos los hombres cordobeses, cuando decimos que la cocina sólo es para las mujeres".
Tamales "El Conflicto"
Aunque el Estado austríaco y la ONU le procuran su sustento, Máximo se buscó unos ingresos extras para vivir mejor en un medio tan diferente. Alternó su actividad cultural con la cocina y se las ingenió un día para hacer unos mini tamales "de degustación" que llevó a los bancos, fábricas, empresas y entidades gubernamentales de Viena, buscando despertar el interés del apetito alemán por manjares exóticos. Y a fe que lo logró, no sin antes enseñarles a sus clientes que no se comieran las hojas que envuelven el tamal, como trataron de hacer muchos.
De ahí nació su negocio que bautizó como fábrica de tamales "El Conflicto", donde hoy distribuye sus delicias al por mayor y al detal a precios que oscilan entre los 5 y 14 euros por tamal, valores que no se pueden ni siquiera soñar en Montería.
"En Viena se consigue casi de todo, desde ñame, yuca, plátano, ají dulce, batata, pero relativamente caros ...lo único que no he podido conseguir es bocachico", señala este cantautor quien para volver a degustar este delicioso pescado debió recorrer cerca de nueve mil quinientos kilómetros, a través del Océano Atlántico y atravesar varios husos horarios.
Al relatar cómo logró que los austríacos comieran tamales y chicharrones, Máximo dice que se las ingenió para señalarles en su mal alemán que estos eran una delicia exclusiva de grandes ocasiones en la Costa Atlántica. Un plato típico de ocasiones especiales.
"En Viena se consigue cerdo de muy buena calidad, pero nadie hace chicharrones y yo exploté ese renglón. Lo preparo con su porción de patacón y lo vendo a 5 y 7 euros la porción".
Este cordobés, ya es ampliamente conocido por organizar parrandas memorables en las épocas de fiestas a los santos, similares a las que se hacen aquí, porque Austria es un país de mayorías católicas.
"He tocado en muchas ciudades de Europa, pero es en Viena donde me ha ido mejor. Es mi segunda Montería..."
Es una Viena donde el olor del chicharrón y el tamal, son el indicativo de que Máximo está cerca.
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buen dia
ResponderEliminargracias por la información compartida en este blog. Estoy buscando al sr. Máximo para hacerle una entrevista sobre su música. Pueden ayudarme?
mi nombre es José Perilla, investigador de la fonoteca de rtvc, www.fonoteca.gov.co
Mi correo es jperilla@rtvc.gov.co
gracias.
Un fuerte abrazo y siga adelante con la frente en alto y la dignidad de su música !!!
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